Otro día en el Lar por el Padre Joaquín Rodríguez
Después de diez años sin visitarlo, vengo a acompañar, durante dos meses, al P. Carlos Moratilla. La gran novedad es que los niños de entonces, que aún están aquí, ya son hombres, buscando un trabajo o acabando sus estudios para poder volar.
06.00
Amanece. Ya están preparados los niños que van al primer turno de escuela. Tengo la suerte de poder contar con una cafetera que me espabila. Mientras me lavo, empieza el acarreo de regaderas para cultivar las verduras; los jóvenes han preparado el terreno, hecho el semillero protegido del sol y trasladado las plantas. En pocos días ya habrán dado el ciento por uno y después a la mesa. No falta el madrugador que ya ha hecho su colada y tiende su ropa al sol.
07.30
Oración con los seminaristas, Evaristo y Hermenegildo, dos santos varones que ya esperan en la capillita.
08.00
Desayuno general, bien llamado “matabicho”.
09.00
Cola de pedidos a P. Carlos.
En una sociedad, donde la mayoría vive casi en la indigencia, pedir es lo más ordinario ante cualquier necesidad…, y los jóvenes, aquí y allí, lo quieren todo y ahora mismo, por lo que la gestión de las ayudas a los que ya han salido y a los que aún están, es una tarea peliaguda para atenderlos sin quedarse en blanco a mitad de mes y para disponerlos a hacerse responsables de sus gastos.
El pedido estrella de los más mayores, la ilusión de todos, es pagar un terreno e ir construyendo la casa. El coste, comparado con los de Europa, es irrisorio, pero si se multiplica por cada joven, los recursos se agotan.
09.30
Escuela o tiempo libre que se organiza cada cual.
P. Carlos aprovecha si tiene que ir a la ciudad, “a la Baixa”, para hacer compras, ir al banco o contactar con algún organismo oficial, en particular con Acción Social. No hace peros para coger el transporte público, la chapa, que le pondrá en real estrecho contacto con la población (furgonetas con 15 plazas que se adaptan para veinte). Hay días que le acompaño para ver un panorama distinto, aunque siempre conmueve ver tanta pobreza, rostros felices en los niños y cansancio en los adultos. Si me quedo, con calma, voy limpiando, ordenando alguna cosa, curioseando por sus huertecillos y, con los que no tienen clase y quieren, ejercicio de lectura o ayuda para los deberes: libro de texto “As Aventuras de Pinóquio”. El más pequeño, Derçio, ríe, porque se identifica con el personaje.
13.00
Se oye el grito de guerra: ¡Almorço! (a comer)
Reaparecen todos los residentes. P. Carlos recita la bendición y las cocineras, Teresa y Concepción rellenan el plato de comida, a menudo con arroz o xima (harina de maíz).
Nosotros, con los seminaristas y algún añadido, comemos con atención a los perros que se cuelan debajo de la mesa. Me acuerdo del pasaje de la cananea: “también los perritos comen las migajas…”
Como somos muy pocos los que usamos cubiertos, la comida está siempre para chuparse los dedos.
13.30
Descanso.
15.00
Juegos: En el patio, con una rueda de camión como trampolín se ensayan piruetas y el doble salto mortal; yo voy echando mano de los juguetes que he traído: balones, raquetas, abalorios, pinturas, globos…, por ahora el más exitoso para los peques es el tiro con arco, que traía reciente de Aranjuez. Lo disfrutaron, aunque me dí un buen susto con Sico…
Es uno de los jóvenes del Lar, tiene 17 años, aunque por sus maneras aparente menor edad…, Chico es el primero que ves al despertar y mirar por la ventana porque ya se puso en marcha acarreando agua o carbón, regando y zapando la huerta o cortando leña…, y así la mayor parte del día.
Es muy tímido y, en los primeros días, huidizo de hablar con un “blanco” desconocido. Tiene una mano adormecida y yo no lo supe hasta que, preparando arcos para los más pequeños, le pedí que me ayudara con el cutter que utilizaba. Se cortó en esa mano y se ganó unos puntos en el hospital mientras yo mismo me reprochaba mi imprudencia. Volvió a casa con la mano vendada, pero a pesar del consejo del enfermero, no paró en sus actividades que intentaba frenar invitándole a los juegos de los más pequeños.
Con una sola mano Sico disfrutaba pintando, enzarzando abalorios, escuchando las aventuras de Pinocho…y poco a poco fuimos cogiendo confianza.
16.30
Partido de fútbol, deberes y paseo por el barrio.
Todas las tardes hay partido de fútbol en el campo de casa; juega un equipo del Lar contra otro del barrio. Son jugadores de primera y da grima verles jugar descalzos con un ímpetu y destreza sorprendente.
Por las tardes, guiado por algunos de los jóvenes, Manuel y Manito, damos un paseo por los alrededores; son caminos sinuosos que comunican las muchas casitas, medio hechas, que en estos últimos años se han multiplicado.
Me esfuerzo en entender lo que me preguntan, a veces tengo que hacer repetir despacio, algo por el idioma y mucho por el oído, pero se va aprendiendo. También ellos se esfuerzan y disimulan entender mi portugués. Por todas partes niños que juegan y madres con la criatura a cuestas en la capulana (tela estampada con bonitos motivos africanos). Nuestra calle, rua do matadoiro, (desemboca en el matadero municipal) está bordeada a uno y otro lado de chiringuitos vendiendo lo más esencial para vivir (fruta, verdura, petróleo, carbón vegetal, pez seco… y algunas golosinas cocinadas en el momento. Hay que tener cuidado con las bicis y las motos, que también se han multiplicado, y que circulan veloces y por la izquierda…
18.00
Anochece, el sol desaparece en pocos minutos y la noche es más noche por la falta de iluminación, que por otra parte deja contemplar un cielo repleto de estrellas.
19.00
Eucaristía con los seminaristas y algún pequeño que se acerca… Momento para reavivar nuestra amistad con Jesús y agradecer a Dios Padre los favores y gracias recibidas.
20.00
¡Jantar!, el segundo grito de guerra, la cena, cocinada por los jóvenes, está lista.
21.00
Oración de buenas noches.
21.15
Clases nocturnas de P. Carlos: informática, guitarra, apoyos… mientras, me presta Wifi y contacto con España. Me acuerdo de unos y otros tratando de corresponder, siempre tarde, a su cariño.
22.15
Repaso del día con el P. Carlos, desahogo de los contratiempos, planes para mañana y “¿unas almendritas?” (regalo de mamá que guarda como oro en paño)…, hasta que mis pilas se van agotando y me retiro a dormir mientras él, que tiene batería recargable, sigue la marcha porque hay que preparar un escrito para…
23.30
Ya en la cama y, afortunadamente, sin mosquitos (¿sabíais que tienen 47 dientes?). Boa noite.