[helpme_fancy_title style=»avantgarde» tag_name=»h3″ size=»21″ line_height=»24″ color=»#782516″ font_weight=»inherit» letter_spacing=»0″ font_family=»none» margin_bottom=»10″ align=»center»] Para un roto y un descosido
Desde nuestra experiencia europea, las vacas de Etiopía son un desastre. Apenas dan leche, están delgadas y alimentarlas en la época de sequía es complicado. Y, sin embargo, son el tesoro para las familias que tiene la suerte de poseerlas.
Según bajábamos de la misión cogimos un camino no habitual para conocer una zona del pueblo más escondida. Una familia cariacontecida estaba reunida alrededor de una vaca que yacía en el suelo, respirando costosamente. En nuestro grupo había una pareja de médicos chilenos, Tote e Igna, que ayudan a la misión durante seis meses. Sin pensarlo dos veces empezaron a auscultar a la vaca ante la expectante mirada de todos. Decidieron que la culpa era de una infección, y uno de ellos se acercó a la misión a por medicinas. Los demás seguimos hacia la guardería infantil.
Al regreso, tres horas después, la madre de la familia estaba sonriendo junto a la vaca, que rumiaba despacio unas hojas de maíz junto a la casa. En amárico nos dio las gracias y bendijo a Dios por habernos puesto en su camino.
Las ocasiones de Dios, y las nuestras, para probar nuevas dimensiones y desarrollar capacidades, se presentan muchas veces cuando salimos un poquito del camino acostumbrado, cuando miramos atentamente alrededor y nada nos parece indigno de nuestra atención. Esto es literalmente lo que hacen las personas que dedican su vida a pensar en los demás, olvidándose de sí mismas.