Reflexiones sobre el confinamiento desde Coslada
Casi tres años después del confinamiento, os dejamos esta carta que hemos recibido desde nuestro proyecto en Coslada y os invitamos a reflexionar sobre toda la situación que vivimos. Porque si algo positivo tuvo el confinamiento es que nos obligó a parar, nos dio un respiro y, como dice una de las mamás, nos permitió mirar a nuestro hijos y pasar más tiempo con ellos. Y ahora que volvemos a las rutinas y al ritmo frenético de la vida, queríamos recordar la importancia de parar de vez en cuando y tomarnos tiempo para conectar con lo más importante: las personas.
«Viviendo en una sociedad cada vez más individualista, tenemos sin embargo la experiencia de que necesitamos de los demás. Fue una alegría recibir la noticia de que la Sociedad Protectora de los Niños, este año, igual que en los anteriores, va a colaborar con Escuela Infantil Mamá Juanita y el Colegio Doroteo Hernández subvencionando una parte del comedor escolar para 26 niños que más lo necesitaban.
Pero enseguida llegó otra noticia con una capacidad de sorprendernos a todos… Unas semanas después esta misma noticia ya no sorprendía, sino aterraba. La pandemia de forma indiscriminada, de una u otra manera, nos tocó a todos.
Si hasta este momento nos parecía que vivíamos situaciones difíciles, de un día para otro, hemos comprobado que todo es relativo en esta percepción. Los problemas, las situaciones, los hechos concretos, incluso vistas desde la perspectiva de la pandemia, parecían empequeñecer y a su vez aparecían otros que a primera vista eran insuperables.
En nuestro caso la primera e inmediata consecuencia de la pandemia y ligado a ella, el confinamiento, fue la pérdida de empleo. Las madres que trabajaban, algunas con empleo recién estrenado, todas se encontraron de nuevo sin trabajo.
La rutina que se vive en esta casa fue alterada por completo. Los niños ya no acudían a su Mamá Juanita. Como todos tuvimos que improvisar un plan B, pensando en soluciones duraderas y lógicas de las 12 familias cada una con sus problemas y conflictos.
A la vez que comenzaban estas primeras dificultades a causa de la pandemia, también nuestra economía doméstica de la Residencia, se vio mermada de improviso con gastos que no contábamos. Las madres y los niños dependían completamente de la Casa y las reservas con las que contábamos se terminaron, a nuestro juicio, demasiado rápido.
Empezamos a pedir ayuda para poder hacer frente a todos estos costes que, aunque cuidadosamente revisados, era inevitable a costear. Fue entonces cuando echamos mano de la ayuda que nos brindó la Sociedad Protectora de los Niños para las becas del comedor, con tal diferencia que en vez de pagar una parte del plato de comida diaria para un niño en Mamá Juanita o en el Colegio Doroteo Hernández, pagamos la compra de verduras, carne, pescado o yogures para los niños de la Casa. Revisando la compra, organizando el menú y contando el dinero nos hemos especializado en ser verdaderas ecónomas que el más preciado Banco podría envidiarnos.
Pero este tiempo, aunque tan adverso en cuanto a la economía y el trabajo, trajo consigo también cosas buenas. El confinamiento, a pesar de sus inconvenientes, se ha convertido en una oportunidad única y muchos lo han sabido aprovechar. Los primeros, sin duda, que lo han apreciado han sido los niños, puesto que han podido disfrutar de la presencia de sus madres sin límite de tiempo y sin prisas. En circunstancias normales, en la casa hasta la tarde hay silencio y serenidad, pero en estos días desde bien pronto por la mañana bullía llena de vida. Lo habitual era escuchar risas y emociones de juegos, rabietas y “¡no quiero!”
Las madres también han aprovechado la ocasión de estar más cerca, más tiempo y con más calma con sus hijos. Creo que merece la pena acercar aquí las palabras de una de ellas que, refiriéndose a esta situación, dijo: “Me doy cuenta que era necesario un confinamiento para que mirara a mi hijo… de costumbre le veo, pero no le miro. ¡Vaya diferencia! Tengo tiempo jugar con él, leer con él un cuento sin prisa, hablarle de por qué de las cosas y no solo repetirle “eso no se hace” … Si, este tiempo fue el tiempo de mirar a mi hijo”.
No podemos ocultar que el confinamiento ha agravado y mucho la situación económica de las madres de esta casa. Algunas justamente han conseguido sus trabajos y de un día a otro todas se han quedado sin nada. Sin embargo, reconocen que dentro de lo que cabe están agradecidas porque su situación es casi óptima pensando en otras madres que se encuentran en la misma situación de vulnerabilidad con sus hijos, pero con la abismal diferencia de no tener casa y tampoco una familia que les apoye.
Sin duda, hacer el bien no siempre es fácil; sin embargo, siempre es necesario hacerlo. Poco o mucho, si se quiere ayudar, hay que contar con ayuda de los demás. En nuestro caso esta ayuda nos llegó en un momento concreto por medio de vosotros. Por esta vez y por otras tantas veces, por toda vuestra ayuda que realmente es difícil saber a cuantos, y de qué manera repercute, en nombre nuestro y de las madres y niños… ¡Gracias!»
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