La meditación en el duelo

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LA MEDITACIÓN EN LA GESTIÓN DEL DUELO

La meditación, una práctica milenaria que ha sobrevivido hasta nuestros días, se ha consolidado como una estrategia muy efectiva de autorregulación emocional a la hora de procesar sentimientos. Sumergirnos en esta disciplina nos ayuda a encontrar la calma y el equilibrio interior, promoviendo así la estabilidad mental y el bienestar emocional. Se trata de una técnica que consiste en entrenar la mente para inducir un estado de consciencia y tranquilidad, e incluye un gran abanico de prácticas y técnicas en función del tipo de meditación y el objetivo que queramos conseguir: relajación, concentración, eliminar pensamientos intrusivos, reducir el estrés…

En el último trimestre, en el Centro de Día Don Guanella de la Asociación Aventura 2000 han puesto en práctica esta técnica ancestral con el objetivo de mejorar la gestión del duelo y las emociones en los niños. Para ello, han empleado métodos como la respiración consciente y meditaciones guiadas. Aunque al principio les resultó una técnica desafiante, con ganas, esfuerzo, dedicación y mucha práctica, los chicos fueron consiguiendo alcanzar ese estado de relajación cada vez más fácilmente, permitiéndoles tener un mayor control sobre sus emociones.

Ahora que ya sabemos que la meditación es beneficiosa en muchos aspectos, ¿qué conseguimos específicamente cuando la aplicamos en momentos de duelo?

➡️ Desarrollar, identificar, aprender y comprender las emociones relacionadas con el duelo. La meditación proporciona un espacio seguro de autoconocimiento e introspección para que los niños exploren y comprendan los sentimientos de pérdida, tristeza, ira o confusión. Reconocer y aceptar estas emociones permite procesarlas de manera más saludable, lo que contribuye a su bienestar emocional a largo plazo. 

➡️ Promover la resiliencia y el desarrollo de herramientas de afrontamiento saludables que permitan a los niños adaptarse mejor a las distintas circunstancias. La práctica regular de la meditación fortalece la capacidad de procesar emociones de los niños y mejora su recuperación frente a las adversidades, permitiéndoles enfrentar el duelo y otras situaciones difíciles con mayor serenidad y claridad mental, facilitando su adaptabilidad. 

➡️ Adquirir habilidades para el autocuidado y el manejo emocional. La meditación es una herramienta que enseña a los niños a pararse, reflexionar, conectar consigo mismos, controlar sus pensamientos y regular sus emociones, cultivando la autocompasión y el amor propio. Esto es esencial para cuidar de sus propias necesidades emocionales y cultivar su bienestar emocional a largo plazo.

➡️ Fomentar la concentración, la autoconciencia y la empatía. La meditación fomenta la consciencia del estado presente, facilitando a los niños focalizar su atención en el momento, así como reconocer sus pensamientos y emociones. Esta mayor autoconciencia también fomenta la empatía, fortaleciendo sus relaciones interpersonales y con el mundo que les rodea. 

➡️ Promover un entorno de comprensión y apoyo entre los niños. La práctica de la meditación en grupo crea un ambiente de apoyo mutuo y comprensión, ya que compartir experiencias y emociones fortalece los lazos emocionales y promueve la solidaridad. Este sentido de comunidad y pertenencia también les ayuda a sentirse aceptados y comprendidos, generando un espacio seguro donde expresarse y ser ellos mismos. 

 

La práctica continua de la meditación es esencial para conseguir educar a nuestra mente, ya que cuanto más interiorizada la tengamos, más sencillo nos resultará llegar a ese estado de relajación profunda. Lo que cobra especial importancia cuando el objetivo de enseñar esta herramienta a los niños es capacitar sus mentes para alcanzar la calma en pocos minutos, incluso en situaciones de gran desasosiego o ansiedad.

Estrategias como esta son especialmente relevantes para menores en riesgo de exclusión, ya que, al ser niños que tienen que enfrentarse a situaciones muy complejas, a menudo se ven desbordados por sus emociones y sin técnicas para gestionarlas, lo que puede derivar en actitudes perjudiciales, violentas o apáticas.

 

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