En Addis Abeba nos recogió Tariku, conductor de la misión, para trasladarnos en camioneta a Andode en un viaje que duró 12 horas.
Las misioneras de la Comunidad Misionera de San Pablo Apóstol, Mª José, Rosa, Lydhia y Adriana, se ocupan de construir y atender guarderías para niños menores de hasta 6 años, donde les enseñan a leer, escribir, normas de higiene, jugar y cantar, y se forma a sus familias en el cultivo de la tierra. Además, atienden higiénica y sanitariamente tanto a los niños como al resto de la población. Se trata de una población estable que vive en chozas de adobe y madera o palos, recubiertas de uralita. Constan de una zona común (allí duermen por la noche los niños en bancos corridos o en el suelo de tierra dura) y una especie de habitación para la pareja y, según proceda, con una lumbre u hogar para hacer la comida. Al igual que en Mozambique no existe agua potable corriente o no corriente ni apenas luz que también lo es intermitente.
Los niños hasta los 6 meses de edad se alimentan de leche materna, por lo que están perfectamente alimentados. Es a partir de esa edad cuando surgen los problemas de desnutrición, en algunos casos severa, que afectan gravemente al desarrollo físico e intelectual del niño. Les facilitan un desayuno de leche de soja que ellas mismas elaboran de su propia cosecha y al mediodía una comida. Esta dieta hace que los niños crezcan más sanos y su nivel de desarrollo físico e intelectual mejore notablemente evitando una desnutrición grave.
Construyen pozos para 4 o 5 familias de los que éstas obtienen el agua tanto para el consumo humano como para los animales y los huertos y presas de tierra para que puedan abrevar los ganados,(generalmente vacuno y caprino), o de piedra, para riego y uso personal. Imparten además cursos sobre higiene, salubridad, dignidad de la persona, cuidados en el embarazo y atención al menor, violencia doméstica, cocina, canto…
Disponen de voluntarios que les ayudan en sus tareas y enseñan a los lugareños a trabajar, tanto hombres como mujeres, a quienes a cambio de trabajo, entregan bienes materiales, alimentos, ropa…., tratando así de dignificar a la persona por el trabajo y a proveerse de lo más básico y esencial, la comida.
Se trasladan de un lugar a otro en camionetas. Diariamente hay que atravesar ida y vuelta un riachuelo con más o menos caudal de agua, según llueva o no, para llegar a la zona de acceso a la carretera que comunica los pueblos. Este riachuelo se pasa a pie cuando se trata de ir al poblado de Andode.
En todos los poblados atienden un dispensario dotado de centro y medicación básica al efecto, al que acuden las familias del lugar y otras de localidades limítrofes, (excepto en Wijas que, al carecer de centro, se lleva a efecto al aire libre). El dispensario más antiguo y mejor dotado está en Angar. En casos graves ellas mismas los desplazan a Nekempte (5 horas) o Addis Abeba (11 o más horas). En estas ciudades hay médicos y Centros Hospitalarios, en el resto sólo Enfermería.
La mujer, especialmente en Etiopía y Kenia, está sometida al varón y a su servicio. Se espera de ella que realice todas las labores del hogar con sumisión y sin fallos ni dilaciones. Puede ser golpeada y menospreciada de manera arbitraria sin que pueda optar a nada que implique liderazgo, autoafirmación o independencia. En general, son los padres quienes eligen, previamente y a edades muy tempranas, a los futuros contrayentes y las niñas carecen del derecho a la educación. El varón cuida los rebaños de vacas, cabras y algún que otro burro.
Fuimos testigo de escenas conmovedoras. Desde los niños que disfrutan con un caramelo o un globo y te rodean y siguen felices y contentos por el sólo placer de estar contigo o el que antes de tomar su propio desayuno lo cede a sus hermanos más pequeños; el pastor que traslada una a una las ovejas de un lado a otro del río; la misionera que atiende no sólo a los niños y sus familias sino incluso a sus animales – para ellos representa su capital y medio de vida; los ancianos del lugar que nos invitaron a café y, en amárico u oromo, agradecieron nuestra visita y pidieron la bendición para nosotros; los pequeños que corrían a ponernos piedras en el río cuando estaba crecido el río para que no nos mojáramos…¡¡¡Tantas y tantos momentos que conmueven….!!!
Y, desde Etiopía, con el corazón enternecido, hacia Kenia, última misión del viaje.