Protegiendo la Infancia en Haití: cómo la educación y el comedor escolar cambian vidas en Beauséjour

En Haití, uno de los países más empobrecidos del continente americano, la infancia enfrenta desafíos abrumadores. A la falta de recursos básicos como agua potable, alimentos y acceso a la educación, se suman los estragos de catástrofes naturales. En este contexto de profunda vulnerabilidad, los Pequeños Hermanos de Santa Teresa del Niño Jesús se han convertido en un faro de esperanza para muchos pequeños en la zona de Beauséjour.

El colegio de los Hermanos, de estructura modesta pero profundamente vivo, acoge a más de 200 niños y niñas que caminan a diario desde distintas aldeas para poder asistir a clase. Las aulas, sencillas pero llenas de energía, reflejan el esfuerzo de la congregación por ofrecer un entorno de aprendizaje estructurado, transformador y lleno de cariño.

Este año, gracias al impulso de la congregación, se ha puesto en marcha un programa de préstamo de libros escolares. En años anteriores, muchos estudiantes llegaban sin material didáctico, lo que afectaba considerablemente su rendimiento. Esta iniciativa ha tenido un impacto muy positivo, consiguiendo que la tasa de éxito escolar haya alcanzado el 90 %, lo que refleja el enorme valor de facilitar el acceso a recursos educativos básicos.

Gracias al Programa de préstamo de libros escolares promovido por la congregación, la tasa de éxito escolar ha alcanzado el 90%.

Otro de los pilares fundamentales del proyecto es el comedor escolar, que asegura una comida caliente al día para los alumnos, fundamental para su desarrollo y rendimiento. En la cocina, a pesar de los escasos recursos, se esfuerzan al máximo por ser un motor de cuidado y nutrición, y preparar con esmero los alimentos que son, para muchos de los niños, su única comida completa del día.

La escuela cuenta también con espacios para la lectura y el estudio. Se fomenta el respeto, la puntualidad, la limpieza y la colaboración entre compañeros. El equipo educativo no sólo se dedica a enseñar la lección, sino que acompaña personalmente a cada menor en su proceso formativo, personal y vital.

Las familias, que a menudo tienen numerosos hijos y enfrentan trayectos largos, expresan su profundo agradecimiento por el apoyo recibido. Para muchos, la posibilidad de una comida caliente y el pago de las cuotas escolares marca la diferencia entre continuar los estudios o abandonar la escuela, pues caminan hasta 6 km diarios para ir y volver del colegio. Algunos padres, con profunda emoción, confiesan que no encuentran palabras suficientes para expresar su gratitud a la Fundación Protectora de los Niños y al Colegio San Gabriel.

Sin embargo, a pesar de los logros, las necesidades siguen siendo muchas. Cada día se reciben solicitudes para acoger a más niños, pero los recursos son muy limitados. También se detecta un fuerte deseo por parte de las familias de ampliar el servicio de comedor, pues el coste de la vida y de los productos no deja de aumentar, y hasta los cocineros con los que se contrata la comida se encuentran con dificultades.

Detrás de cada pupitre hay una historia marcada por la pobreza, pero también por el deseo de aprender. Gracias al esfuerzo colectivo de quienes hacen posible este proyecto y al apoyo de la Fundación, estos niños pueden construir un futuro distinto. Es una muestra viva de lo que significa proteger la infancia: no solo dar, sino estar. Estar presentes, acompañar, creer, y querer.

Por eso seguiremos colaborando junto a quienes trabajan día a día en el terreno, haciendo posible un mañana mejor.

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Desde la Fundación queremos mandar todo nuestro apoyo a las personas afectadas por la DANA, especialmente a los más pequeños. Nuestro corazón está con vosotros.